Paradigma

Author: Ilá Al-wálad /






Nota:

Sobre la posibilidad sincera de dejarse leer un diario me contemplo en los símbolos que expongo. Una radical intromisión de otro yo sobre los otros yo mismo. Este que también lucha por su espacio vital, este que también guerrea con la terquedad de su soledad. Que gracias a mi existe. Que no se deja vencer por las fauces de nuestra racionalidad. Que explorase y desrrópase cada vez que aparece. Un loco hechizado exiliado al lado oscuro de mis mismo. Otro más que lucha en el microcosmos de nuestro ser y que en estos momentos represento. A medias. Invitándolo a participar de está orgía simbólica que es el lenguajear. Vivirse enloquecer para celebrarse. Nos guían en la negación y es preciso aclararlo, siempre locos, siempre poetas brujos de un futuro incierto, que se amasa tranquilo en su primitiva certeza. Profeta de lo que el día a día mata. Visionario de lo que la rutina desinfecta. Domador de lobos, guarda su lengua en la estepa de su vivencia. Y esperamos con ansias sus reveladoras experiencias y las profundidades de sus nublados dichos.




Estoy aquí y estoy allá.
Sobre mi memoria la imagen de un estar pasado.
Sobre la cama las huellas del niño.
Y la gracia de su sombra que se arrastra.
Primitiva, sobre las nubes que forman sus sueños.

Y la guitarra de mi amigo puntea la mañana.
Sobre este sueño me refugio, abrigado
con mi bata roja de brujo enamorado.
Y el silencio me traga las ganas de emboscarte,
como tantas veces, en horas del ahora que se extingue.
Mientras los versos se pueblan de fantasmas.

Encaramado en la nube que me agasaja,
vuelo con húmedas patas inmersas en su tiempo opuesto.
Acontece lo premeditado más allá de mi entendimiento.
La sensación de no querer penetrar allí donde duele sabiendo que el inconciente.

Poseso del lenguaje que disfraza lo sentido
y camufla con su pincel el indescifrable verdadero.
Símbolos que nos acogen para engañarnos,
y aún así persevera la vida por vida en su ardua lucha contra la plaga.
Un botella verde trasluce lo que digo.
Y un pensar atento me seduce: pensar nada, abandonarse al instinto que es como ponerte en blanco mientras meditas.

Elegirse y derrocarse. Comerse el deseo que atraganta.
Aceptar con paciencia los volátiles designios de esos
símbolos dados por la naturaleza de su metáfora.
Completar la sentencia con adornos febriles,
y despertar en otros la indiferencia del vacío.
Así juego mis cartas que predicen siempre la derrota cuando mienten.

Y el color de sus ojos es verde cono entonces.
Sobre la nube que me enseña la simpleza que no supe -Punto.
Pasó como la paloma que siempre se queda
acurrucada con vista al mar.
Navegan los fluidos de mi añoranza.
Eso que fue y pasó llevándome en silencio.
Hacia estos rumbos piratas,
mapeados en la constelación de mis amores idos.
Embustero amante de lo rojo tibio, evapora su sabia para que yo vuele y vea.

Como esto que aquello fuese siga siendo.
En las piruetas mágicas de estos símbolos está la clave.
De toda una época artificial dictada.
Y asimilada con la lerda tartamudez de lo cegado por la luz del vacío.
Que mana libertad radicalmente horneada, para transformarse en su opuesto.

El té suaviza la textura de mi garganta. Con su halo a menta envuelve las asperezas que a la vez lija. Te lo digo y te lo recomiendo. Y así me abandona el instante que es otro. Que me anula la idea de las ideas sobre el mundo y la comodidad de mi reclamo mudo. Soy monstruo de acción y también de palabras. Pero desconfío de estos símbolos y abandonarlos es lo que intento aunque me cueste la fiel promesa. Que vengan los gestos, que me adornen las caricias y que las malas lenguas relaman mi conciencia total incompleta.

Que viva la vivencia.
Que especulen otros sobre el estado de uno mismo,
que para eso estamos contentos.
Que ramifiquen otras las pieles de nuestra indiferencia impenetrable,
y despojémonos de nosotras mismos en la entrega total
de nuestras corporalidades.
Cantando sobre la cuna el devenir del baile endemoniado.

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