Como me gusta salir a pasear la ciudad abrazado al ayer, besando al hoy y corriéndole mano al mañana.
A ver haber. Por donde continuamos. Decir que hemos re-vuelto la tierra para inyectar los almácigos fresquitos de nuestras nuevas esperanzas sería un tanto cursi. Que rico que lo diga alguien a quien no le importe. Hemos vuelto al puerto –que ciudad tan pero tan artística- me encanta.
Y esa magia no para de sorprenderme, por dondequiera que uno mire se encuentra con la realidad entre cortada, los escenarios urbanos increíblemente ruinosos desbordan de energía creadora, que rico. Es demasiado fácil salirse del camino y re encontrase a uno mismo en paisajes recontra sur-reales que nutren la imaginación para recrearnos la imagen misma del mismo uno que son todas y ellos.
¡Fantabuloso!
Hemos revuelto a venir. Y ya todo es arte para profanarte, incluso las blasfemias garrapateadas en los muros de la ciudad están envasadas en simpáticos magnetos para adherir al refrigerador, para llevarse un recuerdo de la calle pisada.
¡Que lindo!
Y en cada semáforo lxs chicxs lanzando al aire el presente ensueño y anda explicarle a alguien eso del arte por el arte. El arte es vivo aquí en esta ciudad. Todavía cantan en los bares los valsecitos peruanos que ahora son porteños, y bien, puede uno escuchar un cover de Leo Dan y dar cuenta de que aquel tema tan mentado era del mismísimo Dan y bacán. Y así, darse un paseo por el hedor del mercado y suspirarse el pueblo entero y gozarla cabrito. Subir un poco más para mirar desde aquel rincón el romanticismo molotoviano de los secuaces del caos que aun caminan el rumbo de la tradición guerrera de la guerra a la guerra y salud por eso. Por estar todo como siempre y más y poder perderse clandestinamente el ego ausente a medio tiempo.