Por la noche cuando el sol sale. Los espíritus del bosque vienen a bailar la fiesta del oxímoron. Y entre sus tantas celebraciones, de vez en cuando, se dejan caer en nuestros sueños alterando nuestras conciencias revoltosas. Hay veces que con su actuar en el presente, llegan a modificar lo que ya ha pasado. De ahí que a ratos nos aqueje también una cierta nostalgia por el futuro.
Buscándole la quinta pata al gato uno siempre encuentra algo, la encrucijada siempre ofrece más de una salida. La madeja enredada siempre ofrece la oportunidad de cortar el hilo y volverlo a unir aunque se vea feo.
La niña comenzó a quejarse de dolor de oído -sólo uno le dolía. Lloraba y empezó a clamar por la doctora y remedios. Nosotras somos un poco rehacías a los mafiosos de bata blanca aunque lamentablemente muchas veces nos dejamos llevar por la ignorancia y acudimos a ellos sin detenernos a encontrar otras alternativas...no sé, algo huela mal tras esa profilaxis incuestionable y esa arrogancia de hágame caso pues yo soy el que sabe lo que es “mejor” para usted -cuando mejor es efectivo, rápido y eficaz en desmedro de permitirle al cuerpo lidiar con lo que pertúrbale
Llegamos a la consulta, nos tocó el turno, entramos, revisó una oreja y dijo fantástica, revisa la otra y pone una cara de decepción terrible... aquí está la escoba. Recomendó antibióticos y nos cambió el color de la cara. En estos cuatro años nunca le suministramos antibióticos a la nena por las razones que todas sabemos (si no sabe infórmese).
El caso es que la niña quejábase y quejábase y de pronto una de las madres comenta que por ahí escuchó que había que echarle unas cuantas gotas de aceite de oliva con ajo que se le pasará. No me pregunten por qué partí directo a la cocina a preparar el ungüento, quizá mi origen provincial me facilite creer ciegamente en toda clase de concejo no ortodoxo que involucre el poder curativo de las plantas. Siempre sentí un gran respeto por las curanderas que de vez en cuando visitaban a mi abuela en la vieja casa de Talagante. Partí 3 dientes de ajo en tres y los puse dentro de un frasquito de vidrio al cual le agregué 3 chorritos de aceite de oliva. Lo dejé reposar por 3 cuartos de horas para que el ajo copulara con el oro líquido y luego unté un algodón y le eché 3 veces 3 gotitas en la oreja que le dolía.
Luego su madre la invitó a levantarse de la cama, jugaron a escribir, pintar y leyeron un cuento. Su sonrisa apareció relajándola y ayudando a la pócima hacer efecto.... y abracadabra... el dolor pasó y feliz se fue a dormir. Cerró los ojitos y le dije que suerte tenía de tener una mamá tanta bella....una sonrisa dibujose en su carita y con ese sentimiento durmió hasta mañana.