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No hay vuelta atrás, pensó, he cruzado el punto donde ya no hay retorno, he sido obediente y me he comprometido con un desconocido. He renunciado y ahora debo responder a mis obligaciones económicas de padre. Habrá que reducir gastos, y se rió otra vez diciendo; ¡como si gastara mucho!

Esa noche ambos soñaron. Uno soñó que orinaba en una noria contemplando desde arriba el reflejo de su figura que no distinguía, no se veía. Era de noche y él era niño. Meaba, desde la altura el chorro de su agüita amarilla se alzaba como una gran parábola enfrentando la caída, terminó por despertarlo abruptamente obligándolo a correr al baño. El Otro soñó que tenía una máquina para resucitar escritores. El escritor que el quisiera. La maquinita funcionaba como un traga moneda, sólo que en su interior no habían monedas, sino un espacio tipo ataúd en donde cave una persona de hasta un metro ochenta. Pensaba y pensaba a quien resucitar de su catálogo se escribidores muertos. Los dividía por áreas, filosofía, literatura, historia, etc. Su decisión resultaba difícil pues quería a un escritor que incluyera las virtudes y los defectos de sus favoritos. Quería al Súperescritor. Este era su sueño recurrente, de hecho el mismo lo diseñó. Con una extraña técnica que pulió desde joven, el hombre se concentraba y pintaba más o menos a su antojo los detalles, es decir la escena. Si deseaba soñarse en la intemperie lo conseguía sin problemas, también si decidía estarse en un bosque o en el mar, por ejemplo, soñarse con persona que el conocía, o construirlas físicamente al estilo de un cirujano plástico. Eso no. Da igual. Ambos soñaron esa noche y también durmieron profundamente.

Uno durmió como de costumbre en su casa junto a su mujer, la madre de su hija, a quien acompañaba hasta el jardín infantil a diario, luego caminatas por las calles del puerto desde Playa Ancha al Cerro Alegre.

El otro por su parte, durmió en la toma de la facultad de humanidades. Por esos días, como es sabido, en la Upla, donde estudiaba educación básica, se estaba llevando a cabo una peculiar toma. Y ahí estaba él. Acostado en una colchoneta y tapado con una manta que alguna de las chicas le había dejado sobre el rincón de siempre.

La toma de este año estuvo repleta de anomalías, por primera vez no eran los jotosos los que manejaban los hilos a su antojo, un conglomerado de gente no militante y algunos chicos del Frente de Estudiantes Libertarios (FEL) eran quienes agitaban y mantenían la toma, sin embargo los jotosos "participaban" –resistían- desde adentro, la base Frida Kahlo dormía también en la facultad, nos espiaban, nos carcomían.

Esta vez todo empezó cuando los compañeros de bibliotecología ya llevaban 11 días de huelga de hambre, en el aula magna de la universidad, en donde los visitamos para hacerles una entrevista.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

wena, wena, juanito,
aquí en el abismal destiempo,
buenas letras, simpáticas y algo familiares historias... un abrazo, amor y caos