He estado escribiendo, o mejor dicho estuve escribiendo este texto, un principio de novela que le alcanzó para novelita. Pero en fin, un texto que comparto, ahora que ya me he desligado de su proceso creativo y lo he abandonado, pues me resulta mucho más facil desparramarlo... Aqui les va. Salud...!
0
En un lugar de Playa Ancha, de cuyo nombre no puedo acordarme, va caminando personaje, dispuesto a todo, pero no sin antes echarse una cagadita, pues esta aprentando el culo para no evacuarse.
Nadie sabe cómo ni cúando entendió que trabajar era perder el tiempo. Un tiempo doblemente derrochado que podría ser vivido gratamente doblemente derrochándolo en el amor, en sus divagaciones, ensueños y vigilias, en sus placeres carnales y en sus pasiones. Así como los achaques del cuerpo en su conjunto, su cansancio y aburrimiento, sus crisis nerviosas y su dolor de espalda, ni modo, la jornada laboral continua desgastaba su genio y físico.
El amaba la noche. Desde pequeño llegó atrazado a todo. De pronto, no dejó de reflexionar al respecto. Se dijo, claro, mi tiempo libre, mi supuesto tiempo libre está condicionado a la maldita hora en que debo levantarme. Por eso no encuentro descanso.
Mientras todo esto ocurría transitaba desde su casa a la pega. Absorbido en una imagen inaprehensible: el paisaje a través de la ventana a la velocidad del autobus. Por lo que su desplazamiento no le reportaba esfuerzo pensaba. Hablaba con sí mismo, se iba conociendo y sostenía, de pronto, una sensación de impotencia y esperanza, una sensación medio extasiante que le decía: ¡Sí, basta!
-El trabajo es forzado y forzoso. Y me pagan por ello, es como comprar un caramelo, o un teléfono, como pagar la cuenta del agua, sí, una mercancía cualquiera, mi trabajo es el objeto de mí consumo, yo soy un maldito sujeto de consumo. Y comenzó a reir.
Sin duda que esta lucidez demencial y paulatina, que le fue contaminando como un cáncer de libertad, lo hacía sentirse más vivo.
Trabajar más es vivir menos -Se dijo. Levantose del asiento, paró la micro, se bajó. Prendió un cigarro, caminó unos metros hacia la plaza Anibal Pinto y se sentó a contemplar a Poseidón.
Ahí nos conocimos. Yo que venía con la chamanidad al máximo, me le sente al lado.
-¿Qué te pasa? Nada. Cigarrillo. Cojió uno. ¿Todo bien? Mejor que nunca. Me reí.
Nos presentamos, conversamos y creo que ambos quedamos entre shokeados y confundidos por este azar y las coincidencias sobre nuestras inquietudes.
¿Nos tomamos unas chelas? ¿A está hora? -Pensó unos segundos. Yo también. Vale, vamos.
Mira, le dije, robé este libro. Miró la portada y me lo devolvió diciendo que a veces le resulta increíble encontrar sus pensamientos en libros que él nunca ha leído. Tomó otro cigarro y ordenó otra chela.
Y entonces dijo, Estás de acuerdo con el plan. Sí. ¿Seguro? Por supuesto. Bien. Pues hasta mañana, ahora tengo que recoger a mí hija del jardín. Sólo debo organizar algunos cambios y ya. Llamame mañana como a las 10. Listo. Suerte.
1 comentarios:
deja ya de tocarnos los cojones imbécil
Publicar un comentario