Madre Puertas Afuera

Author: Ilá Al-wálad /

Y bueno, hoy me encomendaron traducir una sinopsis de un documental y sus detalles filmicos. Como la traducción es mía, me apropio de la traición y publico. Pues no por escases de Músculos dejaremos de amar el ver fugarse los crepúsculos. Besos.



En 1990, Marisa Villozial de 22 años, recientemente divorciada y viviendo al borde de la miseria, dejó a su hijo de tres y a su bebita de casi un año junto a sus padres en Bolivia, para viajar al oriente en busca de nuevos horizontes. Pasó 15 años realizando uno que otro trabajo en Israel, mandando su salario a casa, siguiendo el crecimiento de sus hijos solamente por medio de periódicas llamadas telefónicas.

En febrero de 2005, Marisa regresa a Bolivia para reunirse con sus hijos y familia; para intentar convertirse en una verdadera madre. El retorno a Cochabamba fue muy emotivo y enojoso. Sus niños, ahora jóvenes de 16 y 18 años, reaccionaron bastante apáticos por no decir hostiles para con Marisa. Ambos insistieron en llamarla tía en vez de mamá, reusándose a escucharla o a pasar tiempo con ella. La casa soñada para albergar el reencuentro, con el dinero que ella envió, resultó ser no más que el esqueleto de una construcción. Con lágrimas en los ojos se dio cuenta del engaño: el dinero enviado a su padre había sido despilfarrado.

Pero la Telenovela no acaba allí. Marisa pronto se da cuenta de que sus padres están dispuestos a todo con tal de separarla del amor de su vida: Alfredo. Un trabajador boliviano en Israel, con quien vivió y trabajó durante siete años en Tel Aviv. Alfredo regresó seis meses antes, con el sueño de empezar una vida junto a Marisa en Bolivia. Sin embargo, los padres de Marisa se opusieron al romance, alegando que aquel hombre no es más que un engatusador tratando de apoderarse del dinero de una sola, y desesperada mujer. Los padres de Marisa le dejaron bien claro que si ella pretende vivir con Alfredo, mejor se olvide de su familia, hijos y las propiedades –la casa y un terreno que Marisa costeó y que están inscritas a nombre de su padre-.

Su primera semana en Bolivia la dejó destrozada, confundida, con el corazón partío y deseando no haber salido nunca de Israel. Nosotros decidimos volver en un año, en febrero del 2006, para ver si el tiempo ha tenido éxito en sanar el dolor, y si Marisa y su familia se han adaptado a las nuevas circunstancias.

El filme está compuesto de escenas documentales en tiempo real, con muy pocas entrevistas. Pudimos filmar momentos auténticos, tanto para ella como para nosotros.La variedad de escenas incluye la rutina diaria de Marisa en Israel, trabajando desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche. Una última visita a la tumba de Cristo en Jerusalén, pidiendo la bendición de un cura que le prometió que el señor de Tierra Santa la acompañaría a Bolivia. Largas esperas en aeropuertos llenas de tensión, hasta que finalmente oímos al piloto decir "39 minutos para Cochabamba". En tierra, la reunión podría pudo ser feliz, pero su hijo no salió a abrazarla hasta que su abuelo se lo ordenó. Es entonces cuando nos percatamos que el encuentro no va a ser el clímax de la historia, tan sólo el comienzo. Ante la casa inconclusa y la gigantesca pila de ladrillos inútiles, su mirada se paralizó llenándose de lagrimas, mientras probablemente pensaba que nunca tendrá el dinero para terminarla y vivir en ella. Una fiesta de bienvenida en casa de Alfredo la encuentra sonriendo y bailando por primera vez después de mucho tiempo. El habla de sus sinceros sentimientos y de sus intenciones de conocer a los padres de Marisa, sin embargo, las sonrisas se congelan cuando oímos decir a la madre de Marisa que prefiere matarlo e ir a la cárcel antes de permitirle quedarse con su hija y su dinero. Ella lo dejó claro, ¿Alfredo o los niños?
En Cochabamba hay una estatua de Jesús Cristo; el Cristo de la Concordia, la más alta del mundo, a la cual sube en un día lluvioso para ver de cerca y buscar la tranquilidad y el consejo prometido en Jerusalén. Es allí donde termina la primera parte del filme.

Conocimos a Marisa diez años atrás. Ella limpiaba la oficina de la productora cinematográfica en la cual trabajamos diariamente. Ella, siempre callada y eficiente, siempre limpiando, siempre ordenadamente y plácida. Escuchamos rumores de que tenía hijos y de que mandaba la mayoría de sus ingresos a su familia en Bolivia. Pero nunca preguntamos. Quizás no queríamos saber. Al comienzo del 2005, Marisa nos contó que su tiempo en Israel se había acabado y que anhelaba su hogar y a sus hijos. Tal como nos narró su historia, su dolor y su anhelo nos quedaron claro, y nosotros como realizadores de cine, pensamos cómo el drama personal de Marisa podría tocar el corazón de tantos y desafiar la conciencia de quienes desconfían en la labor de los inmigrantes sin querer conocer el verdadero precio que esto conlleva. Su historia es una historia real del drama familiar que refleja los poderosos y dolorosos temas de la globalización: pobreza, preservación de la cultura, alienación y displicencia en la nueva economía global, así como la apremiante situación de los "temporeros internacionales". Creemos que su historia demuestra los extremos individuales ante la necesidad de salvar a sus familias –y a veces salvándose y perdiéndose ellos mismos en el acto.

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